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Jordi Clos muestra la nueva máscara de momia en el montaje en el museo.

Anubis se muda al Museu Egipci de Barcelona, que no se plantea retirar las momias de sus salas

El centro barcelonés presenta sus nuevas adquisiciones, entre ellas una estauilla del dios chacal, y su fundador, Jordi Clos, dice que sueña con conseguir más objetos de Akenatón y de Cleopatra

Jacinto Antón

Sejemanjptah, Jaemeref y Neitemhat son algunos de los nuevos inquilinos del Museu Egipci de Barcelona, que ha presentado sus nuevas adquisiciones, una veintena, incorporadas ya a la exposición permanente y a la exhibición temporal Salir al Día, el Libro de los Muertos de los antiguos egipcios. El primero, Sejemanjptah, visir del Reino Antiguo (Dinastía V, reinado de Niuserre, 2416-2392 antes de Cristo) está representado con faldellín y peluca corta en una estatua de piedra caliza y a tamaño natural, colocada a la entrada de las salas para recibir al visitante. El segundo aparece en relieve sentado en una silla y aspirando una flor de loto en una estela de finales del Segundo Periodo Intermedio (hacia 1550 a. de C.). Y el tercero, Neitemhat, es el personaje de una cubierta de ataúd de madera estuca y pintada de la Dinastía XXVI (saíta, 664-525 a. de C.). Con ellos ha desembarcado en el museo nada menos que Anubis, el dios chacal guardián de las tumbas, en forma de una hermosa estatuilla de bronce (era una divinidad de la que faltaba una buena representación en la colección del centro). Y también Osiris, en otra estatuilla de gran calidad, además de una impresionante maqueta de barco de madera estucada y pintada, con su timonel, su capitán y sus tripulantes; un vaso canopo de alabastro de grandes dimensiones (lo que lleva pensar que podía haber contenido vísceras de un sagrado buey Apis), una máscara funeraria de lino pintado y estucado y pan de oro, y dos ushebtis (figuritas funerarias) de fayenza del enterramiento de Psamético (Dinastía XXVI).

El fundador del museo, mecenas, coleccionista y empresario hotelero Jordi Clos se ha encargado, con su habitual entusiasmo, de contar la historia de cada una de la veintena de nuevas piezas (con las que la colección ya ronda los 1.300 objetos), y de ofrecer detalles de su adquisición. De la estatua de Sejemanjptah, por ejemplo, ha dicho que la compró en una subasta en Londres pujando por teléfono duramente contra un catarí. “Me enamoré de la pieza, que es maravillosa, y cuando te entusiasmas en una subasta, cuando vas con el corazón, ya la has fastidiado: pagas más”, ha dicho ante la escultura, que guardaba originalmente la puerta de una mastaba y muestra un curioso gesto de encogerse de hombros. “Compramos pensando en los agujeros que tiene la colección, teniendo en cuenta lo que nos falta, no como al principio que era más aleatorio”. Del nuevo vaso canopo que se suma a otros varios, más pequeños, que tiene el museo, ha imaginado que “estaría en el Serapeum, en las tumbas de los bueyes Apis”. Y de la máscara funeraria, que se ha incorporado al montaje del museo que permite ver el interior de una momia por radiografía, ha destacado emocionado que perteneció a la colección del Barón Édouard Empain (1852-1929), el industrial belga que construyó el extravagante Palais Hindou en Heliópolis. Clos ha señalado el interés también de la parte superior de la tapa de un ataúd antropomorfo de Baja Época de madera pintada y de la estela funeraria de una mujer de época romana representada en una hornacina y que se convierte en la pieza más moderna (siglos III-IV después de Cristo) del recorrido de la colección.

La nueva estatuilla de Anubis del Museu Egipci.

El mecenas ha comentado algunas piezas que aluden directamente a su propia experiencia de coleccionista, como las placas para moldear garzas (el pájaro sagrado Bennu, símbolo de resurrección) semejantes a las que el mismo Clos, según ha dicho, desenterró en el yacimiento de Sharuna que excava su fundación arqueológica. O una estatuilla de Ra-Heractes de bronce, probablemente un amuleto, a la que el propio Jordi Clos ha añadido “personalmente, como restaurador”, incrustaciones de oro, lapislázuli, turquesa y cornalina como las que debía lucir originariamente.

Clos se ha referido con cierta tristeza al hecho de que muchas de las piezas que han recalado en el museo proceden de colecciones de personas como él que se dispersan tras la muerte del propietario, al poner los objetos a la venta sus herederos. No obstante, ha apuntado que en su caso tiene la suerte de que sus hijos gemelos Joaquín y Jorge, se han revelado también interesados por la arqueología.

La estatua del visir que se exhibe en el Museu Egipci.

En cuanto a qué le gustaría tener en la colección —que comenzó hace 57 años—, Clos ha dicho que le agradaría poder completar mejor la historia con más piezas de Akenatón (poseen un bronce y un talatat, bloque constructivo estándar decorado). “Pero las cosas de la época de Amarna son muy caras”, ha suspirado. “En fin, ya aparecerá una oportunidad”. Si se trata de la obra con la que sueña, el coleccionista lo tiene claro: algo de Cleopatra. “Tenemos una estela, pero quisiera algo más, es un personaje tan extraordinario e insólito, y la he estudiado mucho”. Clos ha dejado volar la imaginación con entusiasmo alejandrino digno de un Terenci Moix y se ha explayado: “¡Qué mujer!, tenía que ser un encanto”. ¿Le da credibilidad a las afirmaciones de la dominicana Kathleen Martínez que excava en Taposiris Magna y sostiene que la tumba de la reina se encuentra allí? “No sé, va sacando material interesante, pero me inclino a pensar que está en Alejandría bajo el mar y que quizá la encuentre allí Frank Goddio”.

Para presentar otra de las adquisiciones, el entusiasta Clos ha ido al despacho del egiptólogo Luis Manuel Gonzálvez, conservador del museo, donde está a medio restaurar una preciosa cabecita del faraón Nectanebo II. “Ya tenemos representado en la colección a Nectanebo I, es un placer tener a su sucesor”, ha dicho acunando entre sus manos la escultura con algo que solo se puede calificar de amor.

Mucho menos afecto ha mostrado hacia el ministro de Cultura Ernest Urtasun y su iniciativa para retirar las momias humanas de los museos españoles (el Museu Egipci exhibe dos, aparte de otras de animales) . “¡Que no me hablen de Urtasun! Es un privilegio ver una momia. Si se muestran con respeto y ofreciendo investigación científica no sé qué problema hay. Nosotros no las vamos a retirar. Por aquí pasan 35.000 niños al año y les apasionan, y aprenden con ellas a interesarse por el Antiguo Egipto y a apreciarlo”.


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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.
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